La sensación es rara. Sientes por un lado alivio después de tantísimas horas de dolor, por otro un placer inmenso, profundo… es otra vida lo que llegó… eso sentí en las dos ocasiones que fui madre.
Pero repito la sensación es rara, hay
sentimientos encontrados, no se puede expresar tanta alegría y emoción al ver
con tus propios ojos lo que la naturaleza por si sola fue capaz de crear: de mi
nació otro ser.
Son meses de espera. Malestares
propios del embarazo los hacen buenos o malos. Hay ansias y deseos de saber
cómo será?, a quién se va a parecer?, tendrá tal o más cual color en los
ojos?...
En tu interior todo se va
transformando, de la nada va creciendo algo que te insta a ser fuerte, a
superar obstáculos y malos ratos. Te sobrepones porque sabes que lo mejor ¿o lo
peor?... está por llegar…
Falta poco tiempo. Tardas un poco más
para llegar a los sitios, necesitas ayuda para levantarte cada mañana pero… no
importa falta poco tiempo y es lo único que cuenta.
Electrizantes dolores te hacen saber
lo que está por venir, lloras, quieres correr, huir de aquello que aunque lo
has imaginado no se compara con otra experiencia anterior… pasan 5, 10 y hasta
24 o más horas y todavía sigues ahí entre médicos y enfermeras. No sabes cómo,
pero estás en pie.
Llega el momento. Te dicen con la
naturalidad más grande del mundo puja, sigue, puja… eso es… y un respiro… y
otra vez a la carga… puja, fuerte, dale síguelo, no pares que ya viene… y al
fin sientes que algo llegó para cambiarlo todo.
El tiempo se detiene. Quieres ver y
abres los ojos para sentir que no sueñas. Está ahí lo tienes en tus brazos, lo
revisas de palmo a palmo. No le falta ni le sobra nada. Es bello, no tiene
comparación con ningún otro bebé visto antes. Es el fruto de tus entrañas y ya
nada ni nadie pueden separarlo de ti.
Vuelven las sensaciones raras a
colmarte. Es pasión, verdad inobjetable, ya está a tu lado, lo miras y ríes de
felicidad… una felicidad que no tiene igual…