Mi abuelo Julio era el ser más jodón
que puedan imaginar. Era un isleño que medía casi 5 pies de alto, con una
sonrisa bonachona, de andar muy lento y de hablar pausado. Nunca lo vi bravo ni
molesto con nadie, desde que tuve razón de ser mi abuelo Julio trabajaba en el
albergue cañero de aquel pueblito entre cañaverales.
Para bromear no tenía hora ni lugar,
eso nos dejó bien claro siempre. Con él podíamos hablar de cualquier tema,
siempre estaba presto a ayudar en cualquier labor doméstica sobre todo en la
cocina donde era muy diestro a pesar de ser zurdo.
Ahora bien donde más se destacaba este
viejo alto, medio calvo y con los pelos canosos era en asistir a cuantos animales
necesitaran de su ayuda sin ser veterinario de escuela.
Cuántas vacas con crías atravesadas no
salvó, cuántos potros trajo él con sus manos al mundo porque venían de cabeza y
así pudieran ser interminables los casos en los que Julio salvó la vida a un
animal.
Lo que ni él mismo sospechaba era que
un buen día le tocaría traer al mundo a un ser humano, si porque eso también
hizo mi abuelo antes que dejara este mundo y se fuera al eterno con esa gracia
que solo dios sabe de dónde le salió.
Como él mismo contara después: “la
mujer con su familia trataba de llegar a la carretera para trasladarse hasta el
hospital, los partos no saben de carros por lo que entraron a casa de aquel
viejo buscando auxilio y él con la mayor tranquilidad hirvió agua suficiente, buscó
toallas y sábanas limpias y una cuchilla de afeitar nueva.
Con todo el instrumental requerido
para esa ocasión sugirió a la mujer pujara lo más que ella pudiera (cual
obstetra bien experimentado)… pasaron unos 20 minutos y vino al mundo aquella
criatura al filo de las 11 de una mañana de julio sano y sin otro problema que
el haber nacido fuera de una institución hospitalaria.
Si vino al mundo este pequeño en el
séptimo mes del año y lo ayudó un hombre con ese nombre, no había más que decir
ese sería su nombre: Julio. Anda hoy por las calles llevando con satisfacción
el nombre de aquel viejo osado que le ayudó a venir al mundo.