Songo - La Maya se renueva. Este sitio
con más de 94 mil habitantes se debate entre construcciones antiguas y otras
modernas regidas más por estándares cómodos y prácticos que por estilos
artísticos.
Y también es una realidad palpable el
deterioro acelerado que sufren las calles y
aceras. Por poner ejemplos hay que abrir bien los ojos y sortear toda
clase de huecos, zanjas, desniveles y hasta grietas profundas si no se quiere
caer en una de estas improvisadas trampas que a ojos vistas habitan ahí dueñas
del entorno.
Tal parece que por estos días y ante
la furia reconstructiva llevada a cabo no solo en la cabecera del municipio van
apareciendo más y más barreras que entorpecen el buen andar por las calles.
Es como si todos los duendes de los
baches del país se hubieran trasladado hacia acá para efectuar algún congreso
importante. Así lo mismo usted cae en un hueco lleno de agua a las siete de la
mañana que a las tres de la tarde y que conste que esta reportera ya ha sufrido
en carne propia estos accidentes en el poblado cabecera.
Veo con muy buenos ojos todo lo que
está aconteciendo para transformar mi terruño: el parque central de La Maya, la restauración de Doña
Yuya, la instalación de tuberías para que llegue el vital líquido a los
pobladores de Songo y otras tantas rehabilitaciones pero… ojo con las secuelas
que quedan.
¿Quiénes serán los encargados de
repavimentar las calles de Songo cuando ya se haya concluido con la obra
hidráulica?, ¿quiénes los de ir resanando cada huequito que deje el cambio de
un poste eléctrico o telefónico o las huellas que fueron dejadas por los
antiguos bancos ubicados en la calle central aquí en La Maya? y así otros incómodos rastros
que van quedando cuando se transforman y reconstruyen sitios.
Esto es solo la punta de un iceberg enorme que va aflorando desde hace
muchos años y que al pasar el tiempo queda en letra muerta o en terreno de
nadie y casi nunca aparecen los responsables de que nos viremos los pies, nos
empapemos de agua sucia cuando vamos deprisa para no llegar tarde al trabajo o
nos desbaratemos un zapato luego de un tropezón en uno de los obstáculos ya
mencionados.
Ojalá y los encargados de resarcir,
resanar, arreglar, enmendar cada uno de los molestos estorbos que aparecen hoy
más que nunca en mis calles les llegue este comentario y accionen a favor de
erradicarlos de una buena vez. Quizá así los duendes de los baches que nos
visitan decidan irse a otra parte a reunirse ya que aquí en la tierra del León
de Oriente no hay sitio adecuado para su importante congreso.
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