En
algún rincón de la fábrica debe estar. Percibo su presencia, no puede ser de
otra manera.
Llegamos
a la fábrica de conservas Ponupo situada a casi dos kilómetros del poblado
cabecera y al entrar no tuve dudas Vicente andaba entre nosotros. Nunca se ha
ido del todo ni lo hará.
Sé
porque lo vi varias veces en sucesivas visitas a la fábrica que amaba ese sitio
como si fuera de su propiedad, así lo sintió hasta sus últimos días.
Por
eso sé que está ahí caminando cada tramo, verificando la instalación de las
nuevas máquinas que le devolverán la vida a la fábrica de conservas.
En
un recorrido de los máximos dirigentes del gobierno y el partido junto a un
grupo de trabajadores de la prensa del municipio supimos de primera mano cómo
va el proceso de instalación de las nuevas tecnologías, la asesoría del costarricense
Jose persona afable y educada a quien pudimos conocer también durante el
recorrido.
Mientras
Violeydis Marrero Director de la fábrica dirigió el recorrido y fue explicando
al detalle el funcionamiento de cada máquina que le dará vida a Ponupo, dirigí
la vista en varias direcciones buscando al hombre espigado, afable, de muy
pocas palabras que se preocupaba en el pasado porque cada parte de este sitio
funcionara a pie de reloj. Si no había solución a la vista él las inventaba y la
fábrica marchaba.
No
puede ser de otra manera porque a Vicente hay que saberlo entre piezas e
inventivas, hay que buscarlo allí donde se está trabajando para a hacer de este
terruño un sitio productivo.
Por
eso cuando salí por el portón busqué insistentemente en cada tramo de la
fábrica de conservas Ponupo hasta saberlo en cada rincón porque para mí ahí
estará él, mi Vicente, el viejo que conocí siempre en busca de las soluciones a
los problemas.
Vicente Fernández Rodil. Mi abuelito, para el no habia problema sin solución. No dormía cuando se paraba una caldera, una rondana,una estera, hasta que las arreglaba. Las máquinas de la panificadora. Recuerdo un sábado tempranito, en los años 96 o 97. Me despertó y nos fuimos a arreglar la panadería de segundo frente, yo no sabía ni donde quedaba aquello, yo tendria 10 o 12 años. Hasta que no la arregló no nos fuimos. Sólo me decía que de él dependía que otros comelones como yo, tubieran pan en las vacaciones. Me sacaron las lágrimas, lo extraño mucho. Grcias.
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